Este post no
tiene reflexiones meditadas, críticas ni sorpresas. Es una lista, una simple y
llana lista con los nombres de los jugadores (en el próximo post, las jugadoras) que más me han gustado
en el último mundial.
Es algo
completamente subjetivo, arbitrario y no forzosamente coherente. Aunque a estas
alturas a nadie le sorprenderá que en un blog como éste la mayoría sean
rascadores.
Dejo fuera de la lista a los más conocidos (Barnes, Tommy Jones, Tore Torgersen, Martin Larsen) y algunos de mis favoritos de siempre (Ildemaro, Andréz Gómez, etc).
En nuestra cuenta de Instagram, @losrascadores, podréis encontrar algunos vídeos de ellos.
Daniel Fransson (1991). Nadie genera más
revoluciones, más vueltas, más potencia, más giro de muñeca con menos esfuerzo
que el sueco. Es limpio y muestra de libro del reléase moderno: brazo que se
acerca al cuerpo, codo que se dobla y se mete hacia dentro. Muñeca que se
encopa y se suelta a toda velocidad. Dedos giran de forma imposible.
Maravilloso. No jugó especialmente bien, nunca tuvo el día, pero es una gozada
sentarse detrás durante unas partidas, sobre todo cuando se va metiendo hacia
dentro.
Jongwoo Park (1991). El
coreano le da con el alma. Con potencia, con velocidad, con un giro salvaje de
muñeca, con ganas, con espíritu. Es absolutamente espectacular. Cómo lograr
controlar tal cantidad de potencia (en el strike y en el spare). Quedó el 40º
en el All Event, a 202 de promedio. Tampoco tuvo su actuación más destacada,
pero el movimiento de su bola es hipnótico.
Bokeum Choi (1987). Igual que los dos anteriores, no
jugó bien. Su peor mundial en mucho tiempo, sin duda. Ha estado lesionado y se
veía en la mano izquierda la cicatriz de la operación. Pero es una pasada. Uno
de los zurdos más potentes de la última década. El rey del uretano (sin contar
a Butturff) a nivel internacional. Lo tiene todo: velocidad, péndulo, elegancia,
un giro estupendo. Quedó el 42º y lo vi, por primera vez, muy incómodo y
sufriendo. Pero estéticamente es una delicia.
Mitch Hupe (1995). Seguramente el
descubrimiento del torneo para mí. Sabía de su existencia porque es estudiante
en la Universidad de Wichita, sin duda la que ha logrado un programa de bowling
más completo y exitoso en las últimas décadas. Cada año repaso sus jugadores y veo
alguna de sus competiciones por internet. Pero no le había visto tirar, y es
increíble. La suavidad, la pura armonía de sus pasos, la simpleza de movimientos
y el follow trhough sin ninguna presión, sin ningún esfuerzo, ni tensiones.
Completamente rítmico e increíblemente potente. El giro es en el momento exacto
y con la potencial exacta, generando una pegada explosiva. Es jovencísimo y se
le notaba menos metido en competición de lo que hubiéramos podido esperar (quedó
el 25º en el All Events y fuera del Master por una marca) pero tendremos que
seguir de cerca su evolución.
AJ. Johnson (1992) Si tuviera que escoger
un jugador y clonarlo, sería Johnson. Si
hubiera que escoger un modelo y enseñarlo en las escuelas para que los niños lo
imitasen, serían Johnson. Swing de libro, potencia en cada parte de su cuerpo,
velocidad y versatilidad. Puede jugar por el listón y volarla por la flecha 7
hasta mitad de pista. Es sólido, efectivo y está en plena fase de desarrollo. Tercero
en el All Events, su peor puesto en cualquier evento fue 10ª. Y logró medalla
en equipos. Buen primer mundial para él.
Rafiq Ismail (1997). Un zurdo que le dan
con todo en cada tiro no puede faltar en esta lista. Jovencísimo, potentísimo,
habilidoso, con un potencial descomunal. Antes del mundial participó por
primera vez en la World Series de la PBA y quedó en una extraordinaria 13ª
posición, lo que le valió para estar en el equipo del Resto del Mundo que jugó
contra cinco norteamericanos (la retransmisión fue precisamente ayer domingo).
En Las Vegas no llegó a estar cómodo nunca, pero aun así peleó cada serie y
cada cuadro. Es una muestra de que es posible que décadas y décadas de zurdos ‘ponedores’
haya quedado atrás. Ya no es sólo Ciminelli, ya no es sólo la muñeca extraterrestre
de Buttirff. El malayo rivalizada con quien sea y ha llegado para quedarse.
Si se deja
de lado la cuestión extradeportiva (que no es poca), el Campeonato del Mundo de
Las Vegas ha sido extraordinario en muchos sentidos. Hay algo especial cuando
compiten a la vez hombres y mujeres, y más si se pueden hacer algunas pruebas
de forma simultánea en la bolera. A nivel de calendario y duración se hace muy
largo y bastante pesado, pero tiene sus ventajas.
Sin duda
alguna, la clave del torneo ha sido el patrón de aceite. Muy, muy difícil. Se
escogió un Beijing de 39 pies y los resultados, el sufrimiento de los jugadores
y la desesperación por momentos de algunas estrellas lo dice todo. Quizás la
imagen más clara ha sido que cuatro de los zurdos dominadores en los últimos
tiempos, con cuatro estilos de juego muy diferentes (Butturff, Fach, Boi y
Svensson) ni se han metido en el top 24, cuando al inicio eran de los máximos
favoritos. O que la selección sueca se vaya de vacío y la coreana con apenas
una medalla en la prueba de equipos de las mujeres.
EL PATRÓN. Corto, impredecible, durísimo.
Subía muy pronto o no subía nada. Si el swing no era sueltísimo, reaccionaba
enseguida. Si no le dabas caña, se colaba. El uretano no era para nada la
respuesta. Era una cuestión de enorme paciencia, tranquilidad, de evitar zonas
demasiado agresivas y peligrosas. De saber llevar partidas bajas sin
desesperarte. Hay pocos jugadores más pacientes y más fríos que François
Lavoie, el ganador del Máster.
Uno de los
efectos, seguramente inesperados, de ese patrón tan complicado es que el mejor
jugador del torneo (en hombres) ha sido indiscutiblemente Wu Hao-Ming, de
China-Taipei. Hizo el primero 300, entró tercero a la final de individuales y
acabó como medalla de plata. Fue quinto en parejas, a solo 22 bolos de las
medallas. Plata en Tripletas. Plata en equipos. Oro en el all Events a 2017 de
promedio. Y llegó a cuartos de final en el Máster, y sólo Andrés Gómez logró
derrotarlo. Un mundial brutal, histórico.
Lo
inesperado es que Wu Hao-Ming es helicóptero, spinner. Y con una técnica y un
estilo que recuerda mucho al gran Cheng Ming Yang, que logró otro fantástico
resultado en Reno en 1995. ha pasado por encima de los demás.
Los spinner tuvieron momento de gloria hace dos
décadas, a finales de los 90 y principios del siglo XXI. China era la gran
exportadora pero otros países de la zona se sumaron y flirtearon con la ida. La
evolución de patrones y sobre todo de bolas hizo desistir a casi todos. Jugar
con bolas de 10 y 11 libras y con un estilo tan brutal que castiga las
articulaciones no es en absoluto fácil. Sirve y mucho cuando los aceitados son
extremadamente difíciles (aunque no con los súper cortos), pero tiene límites.
Los spinner ponen 205, 210 e incluso 217 de promedio, como hemos visto. Pero no
pueden mantener el ritmo y competir con la pegada de las bolas modernas cuando
es fácil y hacen falta 230’s y 240’s de media para ganar.
La
combinación de patrón dificilísimo y victoria spinner generó muchas reacciones
en Las Vegas. Algunos, como Mark Baker, veterano entrenador y coach asistente de
EEUU, nunca los había visto en persona y dijo que era lo más impactante para él
de toda la competición. Otros jugadores, mucho más displicentes, han escrito en
sus redes sociales o comentado desde detrás que era una vergüenza, un fracaso
de nuestro deporte, un error y una pésima. Otros, con mucho menos juicio, han
calificado el estilo de tirar al 1 con la misma bola y darle por donde sea.
Despreciar
un estilo que se ha llevado tantas medallas es absurdo. Es una técnica muy
depurada, un estilo muy cuidado y rico en su variedad, y aunque personalmente
yo no lo disfrute, es absurdo minusvalorarlo.
LA FORMA FÍSICA. Más cosas. En este mundial se ha
visto que el estado físico es, cada vez más, indispensable. La evolución en los
últimos 15 años es más que evidente. La era de los jugadores menos en forma ha
llegado a su fin. Quedan superclases, desde luego, desde Stuart Williams a Wes
Mallott, pero son una minoría.
En el
gimnasio del South Point Casino se veía cada día a jugadores y selecciones
enteras. Una seguimiento de las cuentas de Instagram permite ver que un buen
número pasa cada día por las pesas y hace cardio. Shannon O’Keefe, como decíamos,
salió en el WSJ por su rutina diaria. Amleto Monacelli es leyenda por cómo se
cuida. Otro veterano increíble, como Ron Mohr, dominador del circuito senior y
gran vencedor del último Mundial Senior en Múnich hace cada día cientos de
flexiones y sentadillas. Osku Palermaa, que hace nada estaba fuera de peso,
tiene un físico que no se le veía desde los 23 años. Necesario para jugar a dos manos, para ser competitivo o dominante a partir de cierta edad o para determinados tipos de soltados, con movimientos de hombro, codo y muñeca muy exigente y releases que piden a gritos rodadas hacia adelante y menos laterales.
Para jugar
determinados patrones es básico. La velocidad y las revoluciones han superado a
la precisión. En los 80 y 90, incluso los grandes rascadores tenían márgenes
pequeños. Hoy, no. Sale a cuenta a medio y largo plazo darle con todo y perder
puntería. Y es fundamental la versatilidad. Casi todos los jóvenes, desde los
más potentes a los más normales, comienzan serias por la derecha incluso con
uretanos y acaban si hace falta volando la bola por encima del carril hasta
pasadas las flechas. Los chavales que llegan son bestias, gente de 1,80 y de 1,90, de vientre plano y brazos como piernas. Vamos, como en la mayoría de deportes olímpicos.
LA REVOLUCIÓN DE LA INFORMACIÓN. El acceso a los contenidos y la información y la formación lo ha
cambiado todo. Lo hemos comentado estos días. Antes sólo una súper estrella de
talla mundial (Amleto, Mika, Belmonte) podía tener éxito en la PBA. Ahora, los
del resto del mundo empiezan a ser mayoría en las finales televisadas. Y gente joven.
Eso sólo es posible por la democratización del conocimiento.
La información
sobre bolas y aceitados está en internet. Ya hay un número de entrenadores
formados en Asia, Europa y América Latina. Desplazarse y competir es proporcionalmente
más barato que antaño. La hegemonía es norteamericana por volumen, sobre todo
en hombres, pero mirad los resultados (especialmente en la dominación asiática
en mujeres). Tener entrenadores o escuelas marca la diferencia. Colombia o Venezuela tienen mejor jugadores y licencias que España, y miren resultados.
ÁNGULOS Y LÍNEAS. El futuro, pero muy claramente el
presente, es de quien entienda los ángulos, las líneas y lo que hace su bola.
Antes una parte importante se fiaba a las habilidades físicas que llevaban a la
repetición. Ahora que las bolas destrozan los patrones y que las transiciones
son rapidísimas y demoledoras, sólo quienes saben leer una reacción, entender
el movimiento y escoger líneas y ajustes rápidos puede sobrevivir.
Si te
acostumbras a jugar en patrones siempre del mismo corte (como ocurre a nivel
nacional, por ejemplo en España) y a transiciones muy elementales, cuando
sales, lloras. El esquema mental de un jugador poco curtido fuera (nos) dice
que si estabas en una zona buena, y se empieza a colar es porque está más seca
y te tienes que ir un poco a la izquierda, quizás uno o dos o tres listones.
Esto no funciona así, ya no y no siempre. Hay ajustes más contraintuitivos que
implican más o menos axis, moverse flechas y no listones, cambiar salvajemente
los ángulos, adelantar o retrasar el break-point, usar materiales poco
frecuentes (como uretano), poner la bola mucho más dentro de la pista, subir la
velocidad notablemente, etc. Para ser un jugón, hoy, tienes que dominar la
pista entera, de lado a lado y de izquierda a derecha. O llamarte Norm Duke.
BALL REPS. Algo curioso en este mundial ha
sido ver como muchos de los jugadores, de las estrellas, no miraban siquiera a
sus entrenadores de selección en busca de consejo, sino a sus ball-reps, a los
expertos que cada marca tiene normalmente en el Tour de la PBA y algunos de los
cuales (sobre todo de Storm, como Tim Mack, Dell Ballard, etc) estaban en Las
Vegas. Conocen como nadie las bolas, lo que hacen y pueden hacer. E
instantáneamente y sin dudar descartan y aconsejan. Y los jugadores tienen fe, casi
ciega, en ellos. Por buenos que sean y títulos que acumulen.
CAMBIOS. El
futuro es de los valientes. Hasta que no se descarten ideas obsoletas no habrá
nada que hacer. No existe el concepto de “esta bola es la que me da seguridad”, “es que mi zona de juego natural ex xxxx”, mi
“mejor tiro es xxxx”. Nada, niente, rien. No existe. Hay que tener todo tipo de
bolas en el arsenal (plástico, uretano, reactivas, simétricas, asimétricas,
brillantes, mates, perladas. Muchos tipos de taladro. Hay que tener abralones y
usarlos sin miedo. Etcétera, etcétera. Ya no son una frivolidad, una
extravagancia o algo siquiera que separe a la élite de la mayoría. Es parte
normal del juego, como tener zapatos, muñequera el que la use o taladros a
medida de la mano.
MENTAL GAME.
Igualmente, lo que sigue siendo factor determinante para distinguir a los que
ganan de los demás es el juego mental. Lavoie es quizás la referencia. Martin
Larsen, también. Han pasado momentos muy complicados, y a uno le fue bien y al otro
no. Pero son pacientes, perseverantes. Tommy Jones: incomodísimo todo el tiempo
pero infalible en los cierres, dándole la medalla de oro a EEUU en parejas y en
equipos sin vacilar. Comprenden el juego y su cara menos amable. Saben templar,
no se obsesionan. El juego mental es crítico y es el que menos trabajan los
jugadores. Hay que leer, estudiar, prepararse con especialistas. Sobre todo si
hay dificultades cuando cambias de entorno. Y créanme que lo sé bien.
Tenía muchas
esperanzas puestas en el Campeonato del Mundo de Bowling de Las Vegas.
Cuatrocientos jugadores y jugadoras, decenas de selecciones, algunos de los
mayores talentos de las últimas dos décadas en pista. Un marco espectacular.
Una ciudad con una enorme tradición en este tipo de grandes eventos deportivos.
Organizado por el USBC. Y ha sido muy decepcionante.
Diez días
tremendamente fríos, sin ningún público y con finales desangeladas, en las que
apenas había 30 personas o 40 en cada lado de la bolera. Sin la menor
repercusión en medios de comunicación (salvo una entrevista/perfil realizada de
forma atemporal a Shannon O’Keefe en el Wall Street Journal y centrada más en
su faceta de atleta y rompiendo tópicos que en el deporte en sí). Lo explicaba
en su cuenta de Facebook el jovencísimo presidente de la federación finlandesa,
Perttu Jussila, integrante él mismo de la selección suomi hasta hace muy
poco. No había un solo cartel no ya en
la ciudad, sino en el propio y gigantesco casino que indicara que había un campeonato
del mundo. Nada, cero.
El nivel de
apatía es tal, que en el casino había una segunda bolera, de otras 60 pistas,
en la que todos los días había ligas muy grandes, con decenas de equipos de
tres y cuatro jugadores. Jussila fue varias veces a preguntar por allí, y
absolutamente nadie tenía la menor idea de que hubiera un Mundial a unos
cientos de metros.
La bolera
del torneo es fantástica. Las pistas han sido espectaculares, prácticamente
ningún fallo de máquinas ni bolos en los carriles o algo parecido. Un patrón
complicadísimo y apenas dos problemas con el orden de los jugadores en las
rondas finales y poco más. Pero a pesar de disponer de las instalaciones más
brutales que he visto nunca, no se aprovecharon en absoluto.
Había salas
por todas partes, y salvo la organización que puso un pequeño puesto con cinco
o seis tipos de camiseta o sudadera, y STORM, que en los últimos días hizo lo
mismo (camisetas, sudadera, limpiadores de bolas, saquitos y dos mochilas),
cero productos para vender. El pro-shop estaba en la otra bolera, a seis o
siete minutos caminando. Colocaron un spinner en una mesa y basta.
Un fracaso
absoluto para la publicidad, el merchandising, las ventas, la afición. Si en
Las Vegas las marcas, todas ellas, son incapaces de poner puestos con todo tipo
de material, no sé dónde lo podremos ver.
Para
acentuar todavía más el contraste, los
últimos tres días empezaron a llegar a la ciudad los cowboys para uno de
los eventos más importantes del año de rodeo. Están también dos semanas y
mueven a cientos de miles de asistentes y millones de dólares en premios. En la
zona del casino en la que se iban a celebrar las World Series of Team Roping ,
una de las pruebas, había un cartel enorme, de tres metros de alto, simulando
una entrada. Y en él se podían ver decenas de marcas de patrocinadores.
La parte
audiovisual merece capítulo aparte. Una de las genialidades de la organización
y el World Bowling Congress, por cuestión de derechos de imagen, fue prohibir a
los jugadores, delegaciones y públicos que hicieran vídeos del torneo y los
colgaran en redes sociales. En la práctica todo el mundo hizo lo que le dio la
gana, pero en lugar de precisamente fomentar que se hiciera la mayor difusión
posible, que la gente grabara y difundiera a sus jugadores favoritos, que se
hiciera todo lo posible para que los resultados, las estrellas del torneo se
conocieras, quisieron cercenarlo. Qué disparate. El streaming era de buena
calidad, pero sin comentarios y limitado a un lado de la bolera cada vez.
No todas las
críticas son para la organización. Que no iba a haber mucho público era obvio
viendo lo ocurrido toda la semana. Pero que decenas y decenas de equipos no se
molestaran en bajar par ver las finales, o al menos algunas de ellas, es
decepcionante. Ocurre lo mismo que en los torneos de España, tanto los
nacionales cuando la gente se va cada vez antes a su casa, como los
internacionales. Cuesta entender que teniendo la posibilidad de disfrutar de
los mejores jugadores del mundo, de aprender una barbaridad durante horas y
horas, la afluencia sea mínima.
Es gratis,
es divertido y es casi un deber si queremos que nuestro deporte se aleje de la
marginalidad. La federación holandesa colgaba en Facebook imágenes del
recibimiento a su equipo en Ámsterdam, incluyendo a su flamante medalla de oro
en individuales. No sólo cámaras, sino decenas de personas. Ése es el camino.
Entre todos matamos el bowling y él solito se murió.