Tenía muchas
esperanzas puestas en el Campeonato del Mundo de Bowling de Las Vegas.
Cuatrocientos jugadores y jugadoras, decenas de selecciones, algunos de los
mayores talentos de las últimas dos décadas en pista. Un marco espectacular.
Una ciudad con una enorme tradición en este tipo de grandes eventos deportivos.
Organizado por el USBC. Y ha sido muy decepcionante.
Diez días
tremendamente fríos, sin ningún público y con finales desangeladas, en las que
apenas había 30 personas o 40 en cada lado de la bolera. Sin la menor
repercusión en medios de comunicación (salvo una entrevista/perfil realizada de
forma atemporal a Shannon O’Keefe en el Wall Street Journal y centrada más en
su faceta de atleta y rompiendo tópicos que en el deporte en sí). Lo explicaba
en su cuenta de Facebook el jovencísimo presidente de la federación finlandesa,
Perttu Jussila, integrante él mismo de la selección suomi hasta hace muy
poco. No había un solo cartel no ya en
la ciudad, sino en el propio y gigantesco casino que indicara que había un campeonato
del mundo. Nada, cero.
El nivel de
apatía es tal, que en el casino había una segunda bolera, de otras 60 pistas,
en la que todos los días había ligas muy grandes, con decenas de equipos de
tres y cuatro jugadores. Jussila fue varias veces a preguntar por allí, y
absolutamente nadie tenía la menor idea de que hubiera un Mundial a unos
cientos de metros.
La bolera
del torneo es fantástica. Las pistas han sido espectaculares, prácticamente
ningún fallo de máquinas ni bolos en los carriles o algo parecido. Un patrón
complicadísimo y apenas dos problemas con el orden de los jugadores en las
rondas finales y poco más. Pero a pesar de disponer de las instalaciones más
brutales que he visto nunca, no se aprovecharon en absoluto.
Había salas
por todas partes, y salvo la organización que puso un pequeño puesto con cinco
o seis tipos de camiseta o sudadera, y STORM, que en los últimos días hizo lo
mismo (camisetas, sudadera, limpiadores de bolas, saquitos y dos mochilas),
cero productos para vender. El pro-shop estaba en la otra bolera, a seis o
siete minutos caminando. Colocaron un spinner en una mesa y basta.
Un fracaso
absoluto para la publicidad, el merchandising, las ventas, la afición. Si en
Las Vegas las marcas, todas ellas, son incapaces de poner puestos con todo tipo
de material, no sé dónde lo podremos ver.
Para
acentuar todavía más el contraste, los
últimos tres días empezaron a llegar a la ciudad los cowboys para uno de
los eventos más importantes del año de rodeo. Están también dos semanas y
mueven a cientos de miles de asistentes y millones de dólares en premios. En la
zona del casino en la que se iban a celebrar las World Series of Team Roping ,
una de las pruebas, había un cartel enorme, de tres metros de alto, simulando
una entrada. Y en él se podían ver decenas de marcas de patrocinadores.
La parte
audiovisual merece capítulo aparte. Una de las genialidades de la organización
y el World Bowling Congress, por cuestión de derechos de imagen, fue prohibir a
los jugadores, delegaciones y públicos que hicieran vídeos del torneo y los
colgaran en redes sociales. En la práctica todo el mundo hizo lo que le dio la
gana, pero en lugar de precisamente fomentar que se hiciera la mayor difusión
posible, que la gente grabara y difundiera a sus jugadores favoritos, que se
hiciera todo lo posible para que los resultados, las estrellas del torneo se
conocieras, quisieron cercenarlo. Qué disparate. El streaming era de buena
calidad, pero sin comentarios y limitado a un lado de la bolera cada vez.
No todas las críticas son para la organización. Que no iba a haber mucho público era obvio viendo lo ocurrido toda la semana. Pero que decenas y decenas de equipos no se molestaran en bajar par ver las finales, o al menos algunas de ellas, es decepcionante. Ocurre lo mismo que en los torneos de España, tanto los nacionales cuando la gente se va cada vez antes a su casa, como los internacionales. Cuesta entender que teniendo la posibilidad de disfrutar de los mejores jugadores del mundo, de aprender una barbaridad durante horas y horas, la afluencia sea mínima.
No todas las críticas son para la organización. Que no iba a haber mucho público era obvio viendo lo ocurrido toda la semana. Pero que decenas y decenas de equipos no se molestaran en bajar par ver las finales, o al menos algunas de ellas, es decepcionante. Ocurre lo mismo que en los torneos de España, tanto los nacionales cuando la gente se va cada vez antes a su casa, como los internacionales. Cuesta entender que teniendo la posibilidad de disfrutar de los mejores jugadores del mundo, de aprender una barbaridad durante horas y horas, la afluencia sea mínima.
Es gratis,
es divertido y es casi un deber si queremos que nuestro deporte se aleje de la
marginalidad. La federación holandesa colgaba en Facebook imágenes del
recibimiento a su equipo en Ámsterdam, incluyendo a su flamante medalla de oro
en individuales. No sólo cámaras, sino decenas de personas. Ése es el camino.
Entre todos matamos el bowling y él solito se murió.
3 comentarios:
Es muy triste leer tantas líneas verdaderas.
Cambio. Perdón
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