Al final, el corte del Galaxy fue bastante más alto de lo que pensábamos: 1258 palos.
Es cierto que el siguiente clasificado y primer " no finalista", Alberto Fernández, tiene 1250, pero no parecía que fuese a llegar siquiera a 1250.
Ayer sábado, como por otra parte es lógico, se tiraron unos cuantos palos. De hecho, tres de los cuatro primeros clasificados jugaron ayer: Jesús Gómez (formidable 1399 ), Javier Rosado (enorme 1380, con un 300 incluido) o Serrge Frouvelle (1371 con 279 en la última). Y si no calculo mal, hasta 13 de los 32 finalistas son "sabaderos".
Ayer, quizás, la reacción de la bola era mejor. Yo jugué a las 09.00 de la mañana, pero no demasiado bien. Empecé por fuera (bastante por fuera) con bolas tranquilas, pero la zona me duró las bolas de prueba.
En cuanto empezó la competición, con la lógica contracción muscular, se me colaban todas y no pasé de 143. Tras una segunda mala partida, me dediqué a explorar y descubrí que por el medio, muy por dentro (cuatro o cuatro y media) la reacción era limpia.
Así empecé a las 12.30, y fue bastante mejor: 209 (con 2 cuadros abiertos), 200 (otros dos) y un 237. Estaba con +46 (+58 con handicap) y pintaba bastante bien. Pero, poco a poco, me fui haciendo caquita.
En la cuarta: 193 fallando dos palos sueltos seguidos. Y la gran pifia en la quinta, con 176 fallando sólo en la décima. Llevaba 8 spares y un strike, pero no cundió nada.
En la última hubiese necesitado un milagro, y no llegó. Pero lo cierto es que se jugaba bien. Las últimas partidas, cuando el carry era peor, me fui moviendo hacia la derecha y las bolas llegaban al pocket, pero no caían.
En la sexta, concretamente, dejé cuatro veces el 10, una el 7 y otra el 7-10, que bautizamos como el split del torneo, después de que gente como Melvin o Rubén Orche lo dejasen hasta cuatro veces en un mismo bloque.
Soltada toda esta parrafada, he de decir que el del Galaxy es uno de los patrones en los que más he divertido últimamente. No era fácil, claro está, pero tampoco imposible. Había que pelear, buscarlo y adaptarse.
No regalaba demasiad y penalizaba, en general, lo justo. Y el hecho de cambiar de pista cada partida debería ser ya norma en cada torneo, porque le da una diversidad y una "justicia" indispensable.
Jugar así, "mola". Esto es bowling.
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